
Ni para sonreír, ni para ser feliz... Quizás sí para llorar, para darme cuenta que cada palabra lanzada o más bien escupida a mí tiene algo de ti. Ese tú que en algún momento admiré, me encantó, que me hizo amar en el ayer y que en el hoy sólo quiero olvidar, terminar de sentir y borrar en el tiempo dejando atrás.
No sé si fue que me equivoqué o me niego a pensar que todo pasará, que cambiará, que continuaré y que pese a que mis alas cayeron alguna vez, eso no me hará volver a caer. Ni siquiera la suposición de aquella fatal noticia que doy por venidera, que ya estoy preparando las felicitaciones y el entierro final de un sentir que se negaba a morir, que no me hacía caso ni a mí, que no escuchaba de razones ni argumentos y se refugiaba en excusas y perdones sin fundamentos. Es verdad, quizás yo no lo he querido aceptar. Es difícil mencionar que ya no existes, que te desapareciste por completo, que me inundas de sobresaltos con cada uno de tus actos, que ni te arrugas al demostrar desprecio al ir vestido con tu nueva careta. Pero que más quisiera decirte que te necesito, pero no. Ya no me causas dolor, ya no me provocas pena, me das pena, al creer que con esa actitud estás en un mejor momento que yo. Y que hipocresía sonreír para vender felicidad, cuando en realidad te aferras al temor de darte cuenta que consigo mismo no te sientes tranquilo, ni conforme y que aunque yo siga tan niñita como siempre... tengo el valor de confesar que te aprecio, que te estimo, que te recuerdo en ocasiones también y que por lo que vive por vivido te guardo un cupo importante. Porque sí, me importas e importarás porque no he aprendido todavía a desechar como tú...
Pero aún así no te necesito para sonreír, ni para ser feliz...