sábado, 1 de diciembre de 2007

Rendida


No hay palabras. O quizás si las hay, pero no las quiero encontrar. Es más fácil convencerse que han huido, así pretendes creer que nada ha pasado, ni pasará y ¿por qué pasar? Si por algo todo ha sido como tal. Las esencias se dejan entre ver, los caminos se abren o se cierran, las personas suben, se enaltecen, se caen o duelen. Todo y nada a la vez. Tal como lo que quiero alcanzar, todo y nada. Prometí cerrar un capítulo, ponerle fin y volver a retomar el camino una vez más. Es curioso pensar que en un momento ciertos sentimientos guiaban el andar y al final desaparecieron, dieron paso a otros. Estaba casi encontrada la dirección y una vez más de vuelta a la orilla, se ha perdido el rumbo. Ilusión mal dirigida o desilusión buena amiga, la cosa es que todo ha dolido igual. Por más que trate de encontrarle explicación o entendimiento como tal, algo suele costar, no es fácil sentir como se siente, más si no se entiende. Mentira, si se entiende, se sabe, pero no se cree o no se quiere creer, pues no es más fácil mentirse así misma, total no hay peor ciego que el que no quiere ver. Del modo que sea, lo mejor es dar dos pasos en retirada. Cuatro agrego para huir, unos dos más para olvidar, uno para detenerse y decir adiós, mientras reservo dos para mantener distancia y borrar lo que nunca fue valorado. Y lo que por el contrario, absurdamente, solía considerar...



Aún hay fuerza y por consiguiente esperanza donde se ven arranques violentos, pero cuando se apaga todo movimiento, cuando no hay pulso, cuando el frío ha llegado al corazón ¿Qué esperar entonces, sino una próxima e inevitable disolución?

(Lamennais)







sábado, 7 de julio de 2007

Que maneras más curiosas de recordar tiene uno...


Play…comenzó la película. Es una cinta en blanco y negro producida algunos años atrás, tres o cuatro años por lo menos. Quizás por eso está tan inquieta recostada en la cama, adelantando y retrocediendo de manera natural cada escena. Porque sí, es una secuencia de imágenes que ha visto más de una vez, algunas veces con encanto y gratitud, mientras que otras con decepción y melancolía absurda. Pero aún así y por inercia en ocasiones como ésta, se decide a quitarle el pause a la cinta y seguir.
Corren nuevamente las acciones, las frases cursis y necias, los acontecimientos revividos en ya varias ocasiones y para que mencionar los más de un clímax que la han convertido en su preferida. No porque sea una de las típicas con un vivieron felices para siempre, sino más bien por la atmósfera que hace de un instante una odisea. Situándola como una telespectadora inerte más que ve desarrollarse las acciones en su mismo espacio, y que por este mismo temor que la sacude y envuelve a la vez, preferiría deshacerse de la cinta. No tenerla más en su poder, regalarla, tirarla, devolvérsela a aquél que fue partícipe de aquella inolvidable sugerencia, pero no, él ya no está ni cerca. Se aburrió de la película antes que ella y hasta tiene otra dentro de sus favoritas.

Mientras pasaban las escenas se detuvo a pensar, pero de una manera inconsciente sin saber por qué lo hacía o más bien por una necesidad sentida, agobiante y con deseos de tomar forma propia. ¿Para qué volver a ver algo que ya pasó y que después de un constante repetir de avanzar- retroceder no se consigue nada nuevo?, no se llega a una tranquilizante y necesaria conclusión no abordada ni mucho menos a la utopía arraigada de un cambio del final. Por el contrario, todo sigue igual al verla hoy, mañana o en un año más.
Las cosas están hechas para no ser cambiadas en muchas ocasiones, en muchas vidas, en muchas experiencias e inexperiencias. Ese pensamiento sostenía mientras abruptamente abre los ojos, con mirada dirigida hacia el techo que lucía más blanco aún, con un tono como divinizado quizás.
Mira el reloj a un costado. Habían pasado dos horas y con la nostálgica sensación de quien es sobrepasado por el diluvio de la memoria y los recuerdos que no han naufragado en bastante tiempo tal vez, bosteza y se levanta a encender el televisor…

lunes, 18 de junio de 2007

Ni para sonreír, ni para ser feliz...


Ni para sonreír, ni para ser feliz... Quizás sí para llorar, para darme cuenta que cada palabra lanzada o más bien escupida a mí tiene algo de ti. Ese tú que en algún momento admiré, me encantó, que me hizo amar en el ayer y que en el hoy sólo quiero olvidar, terminar de sentir y borrar en el tiempo dejando atrás.
No sé si fue que me equivoqué o me niego a pensar que todo pasará, que cambiará, que continuaré y que pese a que mis alas cayeron alguna vez, eso no me hará volver a caer. Ni siquiera la suposición de aquella fatal noticia que doy por venidera, que ya estoy preparando las felicitaciones y el entierro final de un sentir que se negaba a morir, que no me hacía caso ni a mí, que no escuchaba de razones ni argumentos y se refugiaba en excusas y perdones sin fundamentos. Es verdad, quizás yo no lo he querido aceptar. Es difícil mencionar que ya no existes, que te desapareciste por completo, que me inundas de sobresaltos con cada uno de tus actos, que ni te arrugas al demostrar desprecio al ir vestido con tu nueva careta. Pero que más quisiera decirte que te necesito, pero no. Ya no me causas dolor, ya no me provocas pena, me das pena, al creer que con esa actitud estás en un mejor momento que yo. Y que hipocresía sonreír para vender felicidad, cuando en realidad te aferras al temor de darte cuenta que consigo mismo no te sientes tranquilo, ni conforme y que aunque yo siga tan niñita como siempre... tengo el valor de confesar que te aprecio, que te estimo, que te recuerdo en ocasiones también y que por lo que vive por vivido te guardo un cupo importante. Porque sí, me importas e importarás porque no he aprendido todavía a desechar como tú...
Pero aún así no te necesito para sonreír, ni para ser feliz...

jueves, 7 de junio de 2007

Tantos sueños que no fueron más allá...


Con tantos sueños sin abrir se quedó al parecer entre las manos. Es que siente y cree casi atónita que se equivocó en la tarjeta al poner la fecha de entrega...
Quería que la sorpresa se extendiera en el tiempo y es por eso que esperaba entregarselo más adelante, porque para ella el hechizo duraría una eternidad y eso se lo aseguraba su corazón que cada día reafirmaba esa genuina convicción.

Y ahí esta el punto del por qué no le entregaba su más preciado obsequio a su dueño innato, porque sí, ella sabía que se lo entregaría. Pero nunca pensó o si más bien lo pensó, pero a pesar de eso prefirió siempre escucharlo a él que constantemente le repetía lo contrario y aún así, en él el hechizo duró al parecer sólo un segundo, un tiempo menor a lo creído, a lo esperado, a lo ilusionado. Un tiempo donde ella se quedó con su regalo y él sin saber que en la inmensidad de su corazón ella siempre quizó entregarselo...